lunes, 14 de marzo de 2016

Berlín o El rey rococó


Schloss Charlottenburg desde el jardín

   Una de las figuras más interesantes que hemos conocido durante nuestro viaje a Berlín ha sido Federico II, el Grande (1712-1786). Pero los grandes han de soportar el lastre de la fama. Estar en el punto de mira de todos no es fácil y el rey filósofo no iba a escapar a la prosa generada en torno a su figura. Es justo decir, que Federico II se las trae, y sean o no ciertas las habladurías, la complejidad y notabilidad del personaje merece que hagamos una parada en el camino. Os invito a abrir el "Hola" del siglo XVIII y que nos acerquemos, con nuestra peculiar visión, a la vida de este monarca.

Entrada principal a Schloss Charlottenburg

   Federico, ya desde pequeño, muestra una inclinación muy aguda hacia las artes y la filosofía y rechaza el dramatismo bélico y la estricta  impronta de su padre Federico Guillermo. La reina madre en su papel de mediadora ayudará a su hijo a conseguir libros que alimenten sus apetitos. Si Sofía Dorotea de Hannover llega a saber que aquellos libros insuflaría la animadversión de su hijo hacia la corona seguramente se habría comportado con mayor diligencia con el joven romántico. Con dieciocho años intenta fugarse a Inglaterra con su "mejor amigo" Hans. Tras ser capturados en plena fuga, su regio padre considera oportuno decapitar a Hans ante su hijo que se desmalla y pierde el raciocinio durante dos días. Tras estar en la cárcel, conseguir el perdón real y lanzarse de lleno, con correa, a la vida militar, Federico accede al trono tras la muerte de su padre en 1740.

Galería Dorada de la Nueva Ala o Neuer Flügel

   La huella física más palpable de Federico II en Berlín son el Teatro de la Ópera, la actual Humboldt Universität y la ampliación de Schloss Charlottenburg con la Neuer Flügel o Nueva Ala. Este monarca de tendencias afrancesadas disfrutaba del rococó como nadie y hasta sus últimos días se le asoció a este movimiento artístico. La Galería Dorada en el Neuer Flügel es uno de los ejemplos más claros de sus gustos. Los colores pasteles, la abigarrada decoración floral que parece estar viva en cada recoveco y los inmensos espejos que multiplican cada detalle te embotan los sentidos y aletargan el espíritu. Las dependencias de la Nueva Ala son melifluas, rimbombantes e hipnóticas pero son un claro ejemplo de los gustos del momento. Por otro lado, los jardines ingleses del Shloss Charlottenburg son el contrapunto al frenesí decorativo de las dependencias de Federico II. Sencillos senderos discurren mansos entre los árboles que rodean al gran lago artificial. Los jardines otorgan un sencillo paseo con pocas sorpresas. La más representativa, el coqueto palacio Belvedere construido como salón de té. El Altes Schloss, que es la parte central y más antigua del edificio, se encuentra inmersa en un proceso de restauración por lo que no os podemos ofrecer ninguna impresión contrastada.

   Belvedere

   Todo protagonista que se precie tiene un antagonista con el que lidiar sus batallas. En este caso, la mujer que le traía de cabeza y contra la que batalló durante todo su reinado fue María Teresa de Austria. Ambos acceden al poder en el mismo año, ambos con intereses comunes y los dos de armas tomar. La una mojigata según el otro y el uno impotente según la otra. Estos dos anduvieron a palos por el centro de Europa disputándose Silesia y parte de Polonia. Cada uno con sus convicciones políticas y religiosas en la empuñadura y con las espadas bien afiladas.

Schloss Sanssouci (durante la primavera las terrazas se llenan del intenso verde de las vides)

   Pero ya conocéis a Federico... En el fondo es un hombre cultivado, amante de las artes, escritor, músico,... Un auténtico ilustrado. Abre y cierra la mano con una facilidad pasmosa para modernizar las instituciones, siempre para su conveniencia. Es lo que tiene el despotismo ilustrado. Nuestro Grande se levanta a horas impronunciables (cuatro o cinco de la madrugada) para despachar los asuntos reales y así poder gozar algunas horas de sus vicios más o menos confesables. Uno de los confesables es su palacio veraniego en Potsdam a 27 kilómetros de Berlín. Hablamos del gorgorito edificio de Schloss Sanssouci. Aterrazado, entre parras, en una prominente ondulación del terreno, se alza el palacio de recreo de Sanssouci; que quiere decir: sin preocupaciones. Aquí departieron Voltaire y Federico durante largo tiempo, aunque parece que el "asunto" no terminó a gusto de todos, al menos teniendo presentes las palabras de Voltaire tras su huida de Sanssouci en 1752: «amable ramera» que se divierte con pajes y cadetes, con los que realiza la «segunda» función (o coito anal), debido a su falta de aparatura (es decir, debido a su impotencia sexual). Nos encontramos nuevamente con los chismes de la corte, avivados por el absoluto desinterés de Federico hacia su esposa Isabel Cristina a la que no tarda en desterrar y con la que no tuvo descendencia.

Exterior de Schloss Sanssouci

Interior de Schloss Sanssouci

    La profusión ornamental del palacio y el cuidado con el que cada elemento está implantado nos muestra la delicadeza de este rey en claro contraste con su parte guerrillera. La ornamentación es completamente exacerbada y se expande por todo el palacio arrastrándose por paredes y techos a su antojo. Nos encontramos ante la belleza de un jardín interior que se ha convertido en plata y oro. Parras enroscadas en cada esquina, en clara alusión a los terrazos del exterior, animales, pinturas alegóricas y muebles deslumbrantes hacen de Sanssouci un relicario gigantesco labrado hasta el infinito.

Salón de baile Schloss Sanssouci

   Federico el Grande sería querido y denostado a partes iguales. Para Austria es un auténtico villano, listo como un zorro, que supo mover las fichas del tablero de manera virtuosa. Tocado por una varita mágica, Federico II consiguió arrebatar para sí mismo grandes zonas aledañas a Prusia unificando algunos de sus territorios hasta ahora inconexos. Odiaba al pueblo polaco y los consideraba inferiores y no tardó en anexionarse parte de su territorio cuando tuvo oportunidad. Imprevisible y pendenciero era un rufián al que era difícil afrontar sin coaliciones. María Teresa tuvo que ceder en varias ocasiones, no sin luchar con uñas y dientes. Finalmente, las tácticas y logros de Federico le otorgaron el merecido apelativo de el Grande, y su posición fue cada vez más respetada. Con el paso de los siglos, su figura se apagaría hasta que Hitler la volvió a encumbrar recogiendo el testigo de sus manías, como por ejemplo, la animadversión hacia los polacos.

Neues Palais

   Para mostrar al mundo su fortaleza frente a Austria durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763) por el territorio de Silesia, Federico II mandaría construir muy cerca de Schloss Sanssouci la bestia palaciega del Neues Palais. Un palacio destinado a abrumar a la competencia por el que raras veces se le vio pasear, salvo en contadas ocasiones para actos diplomáticos. El palacio no es más que la última chulería de un rey fanfarrón, pagado de si mismo con las ideas muy claras. Las pavorosas proporciones del edificio se hacen aún más evidentes cuando conocemos que tan sólo se tardaron siete años en alzar esta mole. Comenzaba el declive del rococó pero Federico quería ser recordado por su vinculación a este estilo artístico. Por ello, volvió a utilizarlo para este palacio siendo consciente de que ya era un poco hortera para la época. En el palacio volvemos a encontrar los mismos elementos decorativos que nos venían acompañando hasta ahora. La idea de cruzar la arquitectura con la naturaleza hasta el grotesco tiene su colofón en el Salón Bajo que es una protuberancia arquitectónica de piedras y conchas de mar imposible de digerir. 

Salón Bajo Neues Palais

Salón Plateado Neues Palais

Exterior de las cocinas y habitaciones de invitados del Neues Palais

   Tras el Neues Palais encontramos los anexos para los invitados y las cocinas. Algo modesto y coqueto como podrán ver en la fotografía. Ambos edificios quedan conectados por una gigantesca pérgola de columnas que se une por el centro en un arco triunfal. Si nos adentramos en el parque hay numerosas maravillas imposibles de visitar en un día. Los jardines acompañan a los palacios de Federido el Grande con la misma exuberancia. Otros monarcas y nobles compartieron el cariño de Federico II hacia Potsdam completando el enclave con fuentes, edificios de recreo, falsas ruinas romanas, un molino de viento y otros palacios de menor envergadura. En 1990 la confluencia de todo este arte se consagra con la denominación de Patrimonio de la Humanidad. Federico se sentiría pletórico al saberse partícipe de este galardón.

Iglesia de la Paz (1845-1854)

Casa China (1754-1757)

Fuente monumental y falsas ruinas romanas al fondo

Molino histórico de estilo holandés

   Para Federico II no pasan los años en balde y su imagen comienza a desgastarse. Se vuelve huraño y más introvertido y Sanssouci es el único lugar en el que desea estar. La guerra más duradera que ha de soportar es la de la gota ante la que acaba derrotado. En este asiento, muy amplio para confortar sus dolores, exento del recargado rococó, en el único sitio en el que siempre quiso estar, Schloss Sanssouci, muere, el Grande, el 17 de agosto de 1786. Y allí se hace enterrar, entre sus viñas, de forma modesta, impregnado de la naturaleza que arrastraría al interior de sus palacios.

Sillón de Federico II en Sanssouci

RECOMENDACIONES:

-  Schloss Charlottenburg es un complejo palaciego integrado por tres palacios: Altes Schloss de Federico I (en obras), Neuer Flügel de Federico II y el Neuer Pavillon de Federico Guillermo III. El primero no pudimos verlo y el último nos resultó algo decepcionante. Paseando por el sobrio parque podrás descubrir el Mausoleo y el Belvedere. Junto al complejo hay otros tres museos:  Sammlung Scharf-Gerstenberg, Museum Berggruen y Bröhan Museum. Si vas pocos días a Berlín tendrás que desechar este lugar. Está lejos y si las instalaciones del Altes Schloss siguen cerradas no merece la pena perder un día completo del fascinante centro de Berlín.

- Para visitar Potsdam tendrás que hacerte de un cercanías. Llegar es muy fácil. Y en a misma estación puedes comprar las entradas para visitar los palacios. Sanssouci tiene horarios concretos. Es decir, tu tique sólo sirve para la hora que escojas, así que no te retrases. No podemos imaginar cómo será la visita en verano si ya en invierno había tal aglomeración de turistas. Nuestra recomendación es que os hagáis con unas bicicletas. Se alquilan en la estación y por 8 euros disfrutarás de autonomía por el parque y rapidez para llegar a los lugares de interés. Las distancias son importantes para hacerlas a pie y hay mucho que ver. En un día seguramente no podrás verlo todo. Date por contento o contenta si disfrutas de los dos palacios principales y paseas por parte del parque. Visita indispensable.

- Durante nuestra visita a Potsdam nos asaltó el eterno dilema entre las vacaciones de invierno o primavera-verano. Es cierto que el gentío era controlable y facilitaba la visita pero también es cierto que el complejo ha de ser deslumbrante en primavera con toda la vegetación radiante y las estatuas liberadas del armazón que las cuida del frío y la nieve. Seguro que esta idea para alguna entrada de este blog. Pero eso... Será en otra ocasión.


1 comentario:

  1. Tomo nota para cuando vaya...gracias por acordarte de "laMujer"

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